sábado, 17 de diciembre de 2011


Capítulo 9. Confusiones.

Fue una noche bonita, diferente, atrevida. Pero nada más. Eso por mi parte, sin embargo por la suya fue algo más. Sí, algo así como lo que pasó con Damián y conmigo. Ahora yo era la ‘mala’. Ahora ya lo entendía a él. Se lo dije una vez, y otra y otra. No quería nada más. Fue un rato, sólo un rato. No quería que tuviera tanta transcendencia. Pero él estaba empeñado en que me quería, en que había sido muy bonito y que nos queríamos. Si yo a él lo quiero, no lo niego. Pero es un cariño amistoso, no estamos hechos para ser pareja. No. Él está empeñado en que sí. Me agobia. Siempre está a mi alrededor recordándome esa noche, esa maldita noche. Ya estaba empezando a arrepentirme de mis actos otra vez. ¿También la había cagado por besarlo? ¿Es que siempre la tengo que liar? No pienso, yo sabía que le gustaba. Ahora dice que juego con sus sentimientos, pero no, esa no era mi intención. Vamos, que siempre tengo que hacer algo mal. Siempre tiene que haber confusiones. Juan, solo eres mi amigo… Esa era la frase que protagonizaba todas mis conversaciones con él. Pero no conseguía que él la entendiera. Amigos, solo amigos. Siempre de buena gana. Pero esta vez me pilló cabreada, harta. Y sí, la pagué con él. Fui muy borde. Le dije que nunca estaría con él, que lo utilicé para divertirme un rato y que esa noche no había significado absolutamente nada para mí. Espera. Un momento. Sí, le había dado a enviar. Ahora sí que la había cagado… ¿Pero cómo podía ser tan gilipollas? Era mi amigo… ¿Qué le había dicho? Lo volví a leer y me tragué cada letra duplicada. ¡No, no no! Había sido demasiado dura. Sé lo que es estar enamorada y ahora mismo lo había destrozado. Intenté arreglarlo pero ya era tarde. Se desconectó. Normal. Pensé en enviarle un SMS, pero es que no tenía sentido, ya lo había dicho, sin pensar, sin saber. La había cagado y solo podía arreglarlo en persona, aunque no creo que quisiera hablar conmigo… Me fui a la cama y empecé a golpear la almohada. ¿Por qué? Juan siempre se había portado genial conmigo, había estado a mi lado siempre que lo necesitaba, me había sacado un montón de sonrisas y ahora se lo pagaba así. Doy pena, de verdad… No me merezco su cariño, no… Ana me llamó para mantener nuestras conversaciones diarias nocturnas pero no tenía ganas. Le colgué el teléfono. Tal vez la hubiese cagado ahora también con esto, pero ya me daba igual. Yo había nacido para equivocarme en todo lo que me propusiera hacer, no tenía solución. Yo era como un problema de mates imposible de resolver, al que finalmente dejas apartado y olvidado. Esa era yo, no quería pensarlo pero es que tengo el don de hacer las cosas mal. Soy una desagradecida. ¡Agg! ¿Por qué no pienso un poquito antes de hablar? Finalmente me quedé dormida. Harta de ser yo misma. Confusiones y más confusiones que siempre acaban en errores, en grandes errores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario